En la fría penumbra de la noche,
justo antes del cálido amanecer,
veo la vida con otra mirada;
en lontananza distingo el camino a recorrer.
Asombrado al saberme yo mismo,
un ente único y de gran poder,
que, por no entender su propio sentido,
deambula por el laberinto del ser o no ser.
Del no ser al ser hay un fino sendero,
cual el filo de una espada que corta el papel;
solo una acción es necesaria:
la decisión tomada que define el qué.
Todo lo que soy lo he sido siempre;
todo lo que fui también lo seré.
Tan solo me baso en la libertad del ahora,
en el espacio que abarca la totalidad de mi ser.
A la luz del alba, mi mente se calma,
cuando el pensamiento cesa de querer hacer;
un reencuentro íntimo del alma
que se funde al espíritu dejándome ser.
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