Sobre la tierra, en el cielo,
vuela un ser singular;
tiene ojos de águila,
pero sus garras de jaguar.
Con un corazón muy puro,
que se empieza a despertar,
percibiendo que es su destino
la conciencia iluminar.
Errante por el mundo,
sin encontrar un lugar,
sintiendo que, sin saberlo,
está donde debe estar.
Sin techos, ni paredes, ni suelo,
manifiesta su hogar
con la energía que le acompaña,
donde quiera que esté va.
Aun sin estar consciente
de su linaje espiritual,
representa lo divino
en su estado material,
proyectando su presencia
ante todos por igual,
un amor incomparable
que define la unidad.
Escuchando los mensajes
de su padre universal,
quien le habla sutilmente
de manera peculiar,
para que no se distraiga
de su meta principal:
regreso hacia donde vino
sin principio ni final.